Guadalajara, en tierras de Castilla.
Un recorrido por El Románico y los Castillos de Guadalajara. 06/2010 «Castilla se cae a pedazos y por todas partes brotan polideportivos y plazas de toros». El alcarreño Manu Leguineche Hoy en El Mundo, el periódico, y en su suplemento dedicado a los viajes, Ocholeguas, han publicado este especial sobre El Románico de nuestra provincia. No me resisto a copiarlo, un buen resumen de nuestra desconocida provincia. Muchas veces hacemos miles de kilómetros, para visitar tierras y lugares, bien aquí al lado tenemos una tierra que conocer y conservar.
La provincia castellano-manchega no sólo es la tierra del Viaje a la Alcarria y de la exquisita miel. También atesora otras joyas del arte y del patrimonio como sus sorprendentes iglesias románicas de Albendiego, Campisábalos y Villacadima, en la comarca de la Serranía.
Es un rincón escondido, escarpado. Pero también acogedor. Las elevaciones serranas marcan la linde con la vieja Castilla, incluido el mundanal Madrid. Es la zona norte de la provincia de Guadalajara, un territorio de relieve muy replegado con sierras como la del Ocejón, que custodia su popular ruta de la Arquitectura Negra; o la Sierra de Pela, rayana con la vecina Soria. El nombre de ésta última no es casualidad y su origen quizá responde a las bajas temperaturas que sacuden el invierno. Pero no hay por qué asustarse, y menos en primavera. El paisaje transmite frialdad sólo en apariencia. En el fondo, provoca un interés sanísimo de recorrer sus caminos agrestes. «Por los montes cárdenos camina otra quimera», escribió Machado en sus soledades. La ruta del Románico Rural de Guadalajara es uno de los clásicos destinos turísticos de la provincia. Un territorio caracterizado por las altas temperaturas, que sólo decrecen parcialmente en verano; y de relieve muy replegado. En este hábitat, las muestras del arte románico perviven como un legado de los cristianos que repoblaron esta zona a finales del siglo XI. El itinerario discurre por el norte de la provincia, siguiendo el asfalto de la CM-110, desde Atienza a Villacadima, y la CM-1006 hasta Galve de Sorbe. Desde Madrid se puede acceder por la A-2 hasta Guadalajara o bien hasta Sigüenza. La ruta se adentra en una zona plagada de numerosas pequeñas iglesias que con armonía y sencillez, sin estridencias y con una sorprendente originalidad hacen del románico rural un espectáculo visual en pequeños pueblos. La Ciudad del DoncelAntes de llegar a la Ciudad del Doncel, en Saúca se puede contemplar la iglesia de finales del siglo XII, principios del XIII, cuyo pórtico con columnas pareadas y capiteles iconográficos brillan con luz propia. Muy cerca de Sigüenza, sentido Atienza, la villa de Palazuelos se extiende fortificada con sus formidables restos de la muralla y con un castillo que aún conserva su aire del medioevo. El conjunto, declarado monumento desde 1951, lleva la impronta personal e intransferible del Marqués de Santillana, don Íñigo López de Orozco. El siguiente destino es Carabias, donde destaca su iglesia de El Salvador, ejemplar románico del siglo XIII. Retomando la carretera provincial, la ruta conduce a Pozancos, con sus huertas y su iglesia románica, las salinas de Olmeda de Jadraque e Imón y el castillo de la Riba de Santiuste. La villa de Palazuelos se extiende fortificada con los formidables restos de su muralla y su castillo. En Albendiego, la iglesia románica de Santa Coloma constituye el prototipo de estas edificaciones, marcada por su belleza interior, con formidables detalles arquitectónicos; y exterior, con su ábside señero y una espadaña románica. La cabecera del templo está formada por tres capillas, jalonadas entre las bóvedas nervadas y las bóvedas de cañón de la época. Es un edificio hermoso y sitiado por una arboleda inusual en la zona. Uno de los hitos del Románico Rural de Guadalajara. Se construyó a finales del siglo XII y destacan dos absidiolos, abiertos por ventanas con celosías de influjo mudéjar, a modo de pequeños rosetones, únicos en el arte románico. La portada es gótica, del siglo XVI. La siguiente parada es la histórica villa de Atienza, un prodigio del medievo con siete iglesias, un castillo roqueño, el famoso arco de Arrebatacapas y un entramado de callejas verdaderamente espléndido que merece artículo aparte. Continúa la ruta hasta llegar a Somolinos. Hemos abandonado ya la Tierra de Sigüenza para zambullirnos en la Sierra Pela, muy cerca de la de Ayllón y a los pies de la mítica cumbre del Alto Rey. En Somolinos merece la pena hacer un descanso para contemplar su laguna, que es de origen glaciar, cuna del río Bornova. Con influencias mudéjaresA pocos kilómetros emerge Campisábalos en las parameras desabrigadas de la sierra, con su extraordinaria iglesia románica de San Bartolomé. Es obra del siglo XIII y sobresalen las inscripciones que posee en la fachada (un calendario iconográfico de los meses del año según las faenas agrícolas) y la capilla del guerrero San Galindo, adosada a sus muros. Declarada monumento en 1965, conserva influencias mudéjares. Es un conjunto románico sublime, extraordinariamente bello y armonioso. El friso con el calendario está considerado único en su género. La cubierta de la Capilla está abovedada, mientras la iglesia se cubre con techumbres de madera. Villacadima, un pueblo prácticamente deshabitado, está resurgiendo a base de casas de segunda residencia. El desvío por la CM-1006 traslada al viajero a Villacadima. La portada de su iglesia, también románica, presenta varias arquivoltas ornamentadas con motivos vegetales, además del arco interior. Esta iglesia parroquial goza de la declaración de Bien de Interés Cultural en la categoría de Monumento y es hoy un testigo mugo del pasado de Villacadima, un pueblo prácticamente deshabitado que, a base de casas de segunda residencia, está alimentando ahora su resurgir. El recorrido conduce a la villa condal de Galve de Sorbe, en la ladera norte de la sierra del Alto Rey. Una población a los pies del cerro en el que se asienta el castillo de los Estúñiga, con su flamante torre del homenaje. Aunque está abandonado, conserva buena parte de su estructura exterior. Manu Leguineche escribe que «Castilla se cae a pedazos y por todas partes brotan polideportivos y plazas de toros. El castillo sobre el alcor se viene abajo». Desde la muela de este edificio se divisa gran parte de la Serranía de Guadalajara, además del caserío del pueblo. Las chimeneas despiden humo y el olor a cabritillo o cordero asado, por supuesto en horno de leña, ya se deja sentir. En la plaza Mayor de Galve, el edificio del Ayuntamiento, los soportales y una picota gótica (s. XIV-XV) revelan la historia de esta villa. Tiempos pasados de los que aún nos quedan sus huellas.
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